Comienza aquí la publicación de una serie de textos de Juan Macias Troyano, médico jubilado. Los dibujos son de Juan Arrivi, unos retratos "a su estilo", para ilustrar los textos.
Gustavo Adolfo Becquer
Juan Macias Troyano
Joan Manuel Serrat
Pío Baroja
Carmen Linares
Alfred Hitchcock
Luís Eduardo Aute
Picasso
Incoherencia donde las haya: un ignaro, yo, en asunto de lápiz y pincel pone palabras a un retrato donde admirable es el dibujo y aún más lo dibujado. Ni el más iconoclasta se atrevería a poner en discusión la figura de Pablo Ruiz Picasso. Es el genio por definición y a los genios no se explican, salvo que lo haga otro genio, que no es el caso.
John Ford
Pastora Pavón "La Niña de los Peines"
Antonio Buero Vallejo
Juan Macias Troyano
Mozart (Wolfgang Amadeus)
Maruja Mallo
El inconveniente
que puede acarrear el tener una vida demasiado bien aprovechada es la
dispersión que sufre la personalidad. Al menos de cara a la imagen pública de
un artista. Maruja Mallo hizo muchas cosas en su vida. Nacida en la localidad
costera de Viveiro, en la provincia de Lugo, pisó suelo de Madrid, de París, de
Buenos Aires, de Lisboa…¿Por dónde no dejó su rastro esta Maruja que lo mismo
escribía un cuadro que pintaba un libro? No debe extrañar que España se le
quedara pequeña, España y el planeta Tierra.
Si habláramos de
un temperamento, incluso el artístico, más calmado, bastaría con detenerse en
su marcha por el realismo mágico primero y por el surrealismo después. Pero
Maruja fue mucha Maruja y tuvo energía vital para pintar, para hacer los
decorados y figurines de la ópera “Clavileño” de Rodolfo Halfter, para exponer
en la sede de la “Revista de Occidente”, con el amparo de Ortega y Gasset.
Colaboró con Ramón Gómez de la Serna, se relacionó en el exilio bonaerense con
Victoria Ocampo, y no hay manera de saber qué “fregao” vanguardista, en España
y en el ancho mundo, no tuvo noticia de una gallega inquieta como rabo de
lagartija.
A su paso por los
más variopintos ambientes artísticos e intelectuales, Maruja amó todo lo que
tuvo que amar. Alberti y Miguel Hernández, entre otros, tuvieron el gusto, el
sumo gusto es de suponer. Y ahora que me vengan las feministas de carné del
momento a contarme batallas contra enemigos de cartón piedra. Les saco a Maruja
Mallo, que en la primera mitad del siglo XX nadó con arte y sin presumir en la
balsa de cocodrilos de la época.
Juan Macías Troyano
Unamuno
Don Miguel de Unamuno es el hombre-frase, dicho sea, con
todos los respetos que el personaje merece. Ya, casi ni eso es, desde que vino
un director de cine (lo máximo que se despacha en intelectual) a meter en la
cabeza de los españoles otro Unamuno. Pregunten, pregunten al primero que se
crucen por la calle quién fue Unamuno. Pues quién va a ser Unamuno sino un
vasco bragado que se peleó con Millán-Astray y se dijeron cuatro cosas bien
dichas con Franco como argumento. Unamuno no hizo otra cosa en su vida que no
fuera casi llegar a las manos con el fundador de la Legión, con “F” de
fundador, de facha y de franquista.
Unamuno no
inventó una nueva forma de escribir novelas, ni se planteó la existencia de
Dios y de otra vida después de la muerte (ambas con resultado negativo, aunque
voluntarista al máximo). Unamuno no vivió en permanente lucha interior entre
una cosa y su contraria, y en arriscada lucha exterior contra un bando
político, contra su opuesto y contra el opuesto a ambos. Siempre, a la búsqueda
de la verdad y “contra esto y aquello” hasta quedarse solo, y exhortando a los
compatriotas a que “antes la verdad que la paz” y “a que inventen ellos”, que
para los españoles está reservada la inmortalidad a la manera de Don Quijote,
que viene del renombre de las hazañas y no de la técnica europea.
Unamuno fue
quizás el primero en pensar sintiendo. Por eso era un ateo que quería creer.
Por eso no creía en otra vida, pero tampoco se resignaba a que no la hubiera.
Un Unamuno francés, con qué unción sería leído y citado en España. Estaba casi
olvidado hasta que un director de cine lo ha desempolvado para que sepamos
quién era: el hombre que discutió con Millán-Astray. Y se quedó tan pancho. El
director de cine.
Winston Churchill
Nos miramos el
traje que llevamos puesto, pedimos al camarero un té con un chorreoncito de
leche o echamos un partido con los amigos, y nos introducimos en el acto en
zona de influencia de la pérfida Albión. Aunque nos cueste admitirlo, porque la
simpatía no es su fuerte, es un pueblo muy protagonista de lo que consideramos
nuestra civilización. Pero no sólo por el papel real ejercido, sino por la
facilidad para difundirlo.
Cualquier
cosa, por el hecho de ser suya, ve amplificada su importancia. Y no es que sea
el caso de nuestro personaje, magistralmente captado por el lápiz de Juan
Arrivi, pero siempre cabe la sospecha de que no fuera tanto. El personaje ocupa
lugar destacado en la Historia contemporánea por su meritoria actuación política
y diplomática en la segunda guerra mundial. Pero pocos recordarían a bote
pronto quién era entonces presidente de los Estados Unidos, la nación más
decisiva en la victoria. La V de la victoria por antonomasia la ostentan los
dos dedos –seguramente regordetes- de sir Winston. Hasta los toros de Miura
lucieron esa V en su pellejo.
Cuántas
réplicas brillantes y lacerantes como cuchillos afilados habrá lanzado
Churchill a sus opositores desde los bancos del Parlamento. ¿Verdaderas todas?
Da igual. Se da por cierta la respuesta a la diputada que le afeó el que
estuviera borracho: “Yo mañana estaré fresco, pero usted seguirá siendo igual
de fea”. Que sí, que fue un hombre clave en la historia europea, pero nada
sería lo mismo sin dardos como esa frase, sin su puro inseparable, sin su
afición a empinar el codo o sin su “Sangre, sudor y lágrimas”.
Juan Macias Troyano
María Dolores Pradera
María Dolores
siempre jugó al despiste. Los jazmines en el pelo podían ser claveles, y la
flor de la canela, puro azahar. Su primer apellido era Fernández, pero parece
que llamarse Fernández y ser artista son cosas que juntas… ¡no pueden ir!. Cuando
es un hecho probado que, en un arte que me enardece como es el flamenco, el
cuadro de honor de sus practicantes lleva por delante el españolísimo
Fernández: Talega, Borrico, Terremoto, Parrilla, Pipa….Todos de “mi” raza de
yerbabuena.
María Dolores
despidió a su Fernández con una larga cambiada, trayéndose en los vuelos de su
capote el Pradera. Pero aún vendría a toparse con otro Fernández desechado y
apocopado en Fernán. Porque la Pradera casó con Fernando Fernán-Gómez, que no
quiso tampoco ser homónimo del Gran Capitán.
Siguió jugando
al despiste la gran dama. Es la única hispanoamericana nacida en España, en el
madrileñísimo Chamberí, hija de padre y madre españoles. ¿De dónde, entonces,
la nacionalidad americana de la señora de la canción? Hagamos una encuesta como
deben ser las encuestas, sin método y a voleo. Verán qué altísimo porcentaje de
españoles la consideran hispanoamericana. Todo es fruto del repertorio y de un
poncho lucido con aire andino.
De mis tiempos
teatrales la recuerdo en papeles protagonistas de obras importantes de Chejov y
de Casona. Pero la llevo clavada con chincheta en el rincón donde se archivan
los amoríos (dejemos los amores para trances más hondos), aquellos que se
alimentaban con su voz grave, cálida, de terciopelo. Con Gemelos o sin ellos,
María Dolores Pradera avivó amores, pero fue a su vez notaria de desamores. ¿Quién
no ha caminado abrazado a una cintura de mujer, así, “Amarraditos los dos”? ¿Y
quién no devolvió “el rosario de mi madre” cuando el fuego se apagó,
“quedándose con todo lo demás”? El trance era más conmovedor si mediaba la
elegancia cálida de María Dolores Pradera.
Juan Macías Troyano
Frank Kafka
Cada época ha
tenido su Covid. Montaigne y Cervantes sortearon como pudieron la temida peste.
Moratín padeció la viruela. Kafka, más contemporáneo, murió de tuberculosis. Al
igual que su apellido, breve pero de gran fuerza fonética, la vida del
checo-austríaco fue corta pero intensa.
Juan Macias Troyano
Marilyn Monroe
Marilyn es mito,
Marilyn es icono, Marilyn es la voluta formada en el aire hasta fundirse con el
éter. El éter que seguramente la acogió para siempre, no a su cuerpo que era
carne mortal pero sí al mito. En algún lugar tiene que haber un cementerio
donde reposen los mitos, y en él tendrá puesto de honor esa Marilyn que cantó y
bailó y que fue una actriz de altibajos, pero fue Marilyn. Y con eso basta para
el pasaporte a la eternidad.
¡Ah! Fue icono
sexual, una frase hecha que refleja una realidad trufada de desgracias de
adolescencia, de amores vacíos, de sufrimientos y remedios hipotéticamente
mortales. Tal vez fue todo eso lo que le dio contenido de persona a una
apariencia de muñeca. Si me dicen Marilyn se me ponen delante una melenita
rubia, unos labios rojos y una boca entreabierta, siempre la boca entreabierta.
A veces los ojos cerrados, hasta parecer una muñeca en permanente orgasmo.
Eran mejores
actrices Katherine Hepburn o Barbara Stanwyck. Como en la especialidad icónica
de la Monroe, o sea en lo tocante a la carne hembra, soy sensual y rubensiano,
la que me turba es Kim Novak. Pero ninguna como Marilyn será un fue, un es y un
será. Misterios de la mitología.
Maquiavelo
No tuvo suerte don Nicola ni con su cara ni, si me apuran, con su apellido. Qué cara, qué expresión, nos ha legado la posteridad del florentino. Pareciera que fue retratado acto seguido de la Gioconda, vistas ambas sonrisas a cuál más ambigua. La de Maquiavelo añade un rictus inquietante que nada tiene que ver con la dulzura de la dama. Creo seriamente que ese retrato, única muestra que tenemos de su faz, no ayuda a confiar en su persona.
Maquiavelo no suena a cosa limpia y transparente. Pronunciar ese nombre induce automáticamente a tomar prevenciones, a pensar en madeja enredada. No sugiere nada que sea rectilíneo ese apellido que, para mayor inquietud, es florentino. Aquella Florencia, solar de bellezas y gatuperios.
No hay manera de librar a este personaje de su halo turbador. Pero “El Príncipe”, su obra, alecciona más que turba. No es que la escribiera con intención moralizante, pero tampoco es lo que el cliché hace creer. En una Florencia convulsa por los abusos de la poderosísima familia Médicis, con oscilaciones entre la democracia republicana y la tiranía, el objetivo de Maquiavelo al escribir su célebre obra era adiestrar, más que a los príncipes, al pueblo. Pero el pueblo no ha aprendido todavía. El pueblo es proclive a revolucionarse si suena el silbato, pero luego se le van las mejores para rebelarse por causas justificadas. Y ahí incide Maquiavelo. Y en dar recetas pragmáticas a los gobernantes mirando siempre por la grandeza de Florencia. Y en combatir desigualdades escandalosas.
Maquiavelo sigue tan vigente
como el primer día. Las imperfectas democracias de hoy mejorarían mucho si
fuese leído y obedecido. Un buen tipo, por mucho que el adjetivo “maquiavélico”
se empeñe en lo contrario.
Juan Macías Troyano
Brigitte Bardot
Hoy es una señora mayor que vota a Le Pen, preside una asociación protectora de animales y profesa credos antisemitas y antiinmigración. Ya se sabe que quien prueba el veneno de la fama no lo va a dejar, aunque acabe con su reputación. Y esta anciana de ochenta y cinco años, quién lo diría, ha salvado un hilito de su fama caducada, ha evitado que muchos nos hagamos la desagradable pregunta, ¿pero vive todavía?, gracias a un ideario más o menos llamativo.
Brigitte
Bardot, marca comercial BB, fue en los sesenta unos labios carnosos y unos ojos
gatunos. Eso, dicho así, no parece dar para tanto. Pero se mezclan ambos
ingredientes con esa mano maestra que Dios saca a relucir cuando quiere, se le
añaden una cara de sempiterna adolescencia y una expresión que no se sabe a
ciencia cierta qué expresa, y tenemos un estandarte sexual de época.
Charles de
Gaulle, el presidente francés por antonomasia, es autor de la famosa frase
“Brigitte Bardot ha metido más divisas en las arcas de Francia que la mismísima
casa Renault”. Y que la Peugeot y la Citroën sumadas. Ver venir hacia uno la
boca de la Bardot en posición de decir “oui”, oui a tu propuesta de amor, sólo eso
debería valer cifras astronómicas. Y esos labios carnosos y estimulantes para
incisivos de hombre estuvieron al alcance de actores, magnates, directores,
playboys…El último, Gunter Sach, objeto de mi nada sana envidia cuando aparecía
con ella en las revistas posando en la Marbella cenital.
Brigitte,
Brigitte, cantaste, aunque se recuerda menos. Fuiste mayormente actriz de cine,
para gozo y sufrimiento de espectadores ávidos de tus encantos voluptuosamente
franceses. Colchones habrá, si un colchón puede durar tanto, que guarden alguna
manchita como testigo impúdico de calenturas célibes. Brigitte, es que eras
mucha Brigitte.
Juan Macías Troyano
Gregorio Marañón
Marañón
tropezó con el grave inconveniente de destacar en otros campos aparte del
profesional. Y eso no se perdona tan fácilmente. Si eres un gran médico, pues
sé un gran médico, dedícate a lo tuyo que lo haces muy bien y deja lo demás
para otros. Este es el razonamiento –algo rastrero, la verdad- que la mayoría
se hace para sí, aunque no siempre lo manifieste tan crudamente.
Es que la fama de Marañón como médico es de las que hacen
época. En el cartel de famosos con bata blanca estuvo emparejado con Jiménez
Díaz, como Joselito con Belmonte, Mairena con Caracol y así sucesivamente. Pero
lo de Marañón fue más, lo suyo era verdadera popularidad. Dejó anécdotas
lapidarias que cualquier informado de pueblo sacaba del cajón de las frases en
la tertulia del café. “Nunca le prohibí a ningún paciente una copa de vino”.
“El mejor instrumento para reconocer al enfermo es una silla, para escucharlo
con paciencia”. Y la tertulia se mostraba conforme.
Su celebridad
como gran clínico ha caducado a la par que la Medicina ha evolucionado. Lógico.
Perdura en todo caso el recuerdo de sus obras literarias, bien escritas y
pensadas. Sus estudios sobre Amiel y el conde-duque de Olivares conservan
validez. No así su empeño en traer la República junto a Ortega y Pérez de
Ayala. El empeño acabó con el “no es eso, no es eso” pero la marcha atrás no
evitó un embarazo que duró cinco años. El parto sería trágico, como sabemos. Y
a la gloria ganada a pulso por don Gregorio le quedó la mancha impertinente en
lo más visible de la prenda.
Juan Macías Troyano
Sofía Loren
El esplendor de Sofía Loren, en la pantalla y en la
revista HOLA, me pilló en una edad no proclive a ese tipo de mujer. Lo siento
por mí. Me tocó ser joven de estreno en una España que descubría por entonces
que el pelo de las mujeres podía ser rubio y los ojos no tenían por qué ser
obligatoriamente castaños.
Las escandinavas trajeron unos nuevos cánones de belleza
o, dicho más directamente, el estar buena una mujer era más cosa de rubias que
de morenas. Como, además de las formas, impusieron otros cánones también en la
manera de sacar partido a aquellos cuerpos, pues uno veía lo latino como una
prolongación –aunque fuese mejorada- de las chavalas de la reunión de los
domingos, con las que no había ni media rosca que comerse.
Sofía Loren,
con sus pechugas queriendo asomarse al exterior por el filo del sostén, las caderas
amplias que seguían a una cintura estrecha y el peinado de alta peluquería, era
vista más como madre que como novia. Los de mi tiempo no llegamos a apetecerla
con fruición que se diga. Las pajarillas, y su masculino singular, se alegraban
con otros modelos eróticos, wikingos y aledaños.
Su
perseverancia conyugal con un hombre mayorcito y formal le daba a la Loren ese
aire burgués de alta dama que disuadía de deseos pecaminosos. Pero todo no eran
ojos libidinosos de quinceañero. Para los adultos de entonces era una belleza
redonda, perfecta, cincelada en la más pura latinidad. Para los adultos de hoy
es y será la gran señora del celuloide… y de la vida.
Federico García Lorca
Emilia Pardo Bazán
Una
aristócrata nacida y criada en un pazo gallego –el de Meirás por más señas-
puede ser una feminista radical, ya lo creo que sí. Lo que ignoro es si será
compatible el feminismo radical con ser una genuina hija de papá. La Pardo
Bazán lo fue, no así de mamá. Conociéndola, uno está en su derecho a dudar si
su feminismo englobaba a todas las mujeres del mundo o sólo a una mujer llamada
Emilia Pardo Bazán.
Juan Macías
Troyano
Tanto difería lo que uno leía de lo que debía pronunciar,
que llegaba a creer que se trataba de dos autores distintos. Y entonces el
profesor, apodado “La pava” por mor del proyecto de dentadura postiza que lo
dejó desdentado durante una temporada al pobre mío, nos impresionaba con el
relato de aquel episodio protagonizado por Unamuno. Daba el bilbaíno una
conferencia en la que hubo de nombrar al dramaturgo inglés. Como lo pronunciara
tal como se lee, sin dejarse una letra atrás, la voz del enterado de turno
interrumpió: “se dice “Chespir”. El bravo don Miguel se encampanó y acabó de
dar el resto de la conferencia en inglés.
Es el primer
recuerdo que tengo de don William, más fuertemente fijado en mi memoria que sus
obras, la primera de las cuales, Hamlet, no la leí hasta tres años después. Le
seguirían Otelo, Medida por medida y alguna más. He visto dos o tres veces
Ricardo III, en parte porque me llega más y sobre todo por escuchar la voz
original de los magistrales actores ingleses, con Laurence Olivier y John
Gielgud a la cabeza.
No puedo
evitar ver en Shakespeare al gran rival en la Literatura universal de nuestro
Cervantes. Tomo partido por el autor del Quijote sin asomo siquiera de
chauvinismo. Las grandes obras del inglés están muy pensadas y hermosa y
poéticamente escritas. Emanan solemnidad británica. Lo del manchego es otra
cosa, es lograr lo máximo con lo mínimo, es diseccionar el alma humana con el
bisturí del humor y del más penetrante ingenio. Se podría imitar al inglés,
imposible repetir algo parecido a las figuras de Quijano y Panza.
¡Oh!, ese oh
tan propio de las obras de Shakespeare, he gastado medio folio en hablar de un
hombre de cuya realidad ahora se duda, en glosar un enigma. Que si existió o
no, que si sus obras las escribió otro, que si era homosexual…. Conjeturas y
más conjeturas. ¡Pensar que visité en Strafford-Avon la casa de un fantasma,
pensar que acabo de escribir de una entelequia!
Juan Macías Troyano
Chavela Vargas
Si llega a
nacer en el jerezano Barrio de Santiago, hubiera cantado por seguiriya gitana
como pudiera hacerlo la mismísima Tía Anica, la Piriñaca. Era de apellido
Vargas, como aquel Vargas que llegó a ser rey de la raza calé y anduvo por los
romances de Lorca. Con piel morena vestía su enjuto cuerpo y, sobre la piel, el
poncho, el poncho rojo con que tal vez la amortajaran. Era Chavela, Chavela
Vargas.
Juan Macías Troyano
Miguel Mihura
Miguel, hay
confianza, cuéntame tu secreto. Fuiste lo que se dice más bien feo, con tu cara
casi cuadrada y tus ojos algo tristes. Que hay confianza es una conclusión
lógica que yo doy por cierta. Cómo no darla si llevas treinta años vigilando
mis movimientos donde más resguardados deberían estar de miradas indiscretas. Y
tú no es que lo fueras –indiscreto, digo- sino que te planté ahí, en un
estante, con tu flequillo invadiendo el ancho rectángulo de tu frente y esa
mueca que, por mucho que la miro cada vez que paso por delante camino de la
cocina, no he conseguido descifrar. Es como una especie de sonrisilla que
aparece cuando te ibas a echar a llorar. Demócrito y Heráclito fundidos en tu
gesto, y no quiero ponerme culto porque tú fardabas de no serlo.
Agatha Christie
No habrá vivido bajo el cielo una señora en cuya cabeza hubiera cabida para tantas decenas de estrangulamientos, puñaladas, cachiporrazos certeros…No imagino a una dama británica, entre sorbo de t y panecillo con mermelada, tramando crímenes horrendos.
Juan Macías Troyano
Don Luís de
Góngora y Argote fue hombre tan predestinado a ser poeta, que ya su nombre
completo invita al pareado, aunque ese pareado a la fuerza haya de ser chusco y
grosero. ¡Qué le vamos a hacer! Y eso que no era Argote el apellido materno
sino el de su padre, un juez del Santo Oficio.
Góngora es una
figura que engaña mucho, que parece una cosa y era otra. Tomó los hábitos y fue
capellán con Felipe III, pero nadie se crea que ni la ropa eclesiástica ni ese
gesto serio y reconcentrado con que lo retrató Velázquez se corresponden con lo
que el hombre era. Aficionado a las fiestas, al juego y a los toros, problemas
tuvo por tanto despiporre.
Aunque las
mayores contrariedades en su vida tal vez le llegaron por los picotazos
emponzoñados que cíclicamente le endilgaba un tal Quevedo. Quien a su vez los
recibía de vuelta. Todo el mundo se acuerda de que Góngora, para el malévolo
zambo, “era un hombre a una nariz pegado”. Pero ese verso no fue más que la
primera cereza del canasto. Cerezas envenenadas todas, y no como el pique de los
pimientos de Padrón. En verdad que tenía don Luís una señora nariz, que
arrancaba de su cara con intención de ser aguileña para a mitad de trayecto
arrepentirse y recoger el vuelo. Nariz rara donde las haya, como raro era el
léxico retorcido del poeta cordobés. Culterano se llamó ese estilo, rival del
conceptista de don Francisco de Quevedo, el precursor de las Ray-ban.
Se zurraron
verbal y poéticamente de lo lindo. Gongorilla, Gongorilla, le untaré tocino a
los versos, le decía Quevedo porque don Luís tenía sangre judía. Pero fuera
cual fuese su sangre, compuso una magna obra poética. Pena que la Marbella en
la que vivo, donde sin duda debe de haber gente culta, no haya caído en la
cuenta de erigirle un busto frente a la mar que el egregio poeta nombró.
“Amarrado al duro banco de una galera turquesca, un forzado de Dragut en las
playas de Marbella…”.
No pretendo
con ello empeorar su mal humor, don Luís de Góngora y Argote, sin estrambote.
Juan Macías Troyano
Conchita Montes
Es posible que
muchos se pregunten quién es esta Conchita Montes, si una folclórica de los
sesenta o una cantante de copla. Frío, muy frío. Y un dejillo de amargura me
queda al imaginar el desconocimiento que se pueda tener de una mujer tan
interesante.
María de la
Concepción Carro Alcaraz, es el nombre real, no apto para la fama ni para los
carteles, de la Conchita Montes que rompió moldes en su tiempo. Su vida pública
comenzó justo acabada la guerra, una vez regresada a España de su exilio voluntario.
Apenas poner los pies en San Sebastián ya fue detenida y recluida una temporada
en un convento de monjas. Más que duro para ella, debió de ser escandaloso para
las monjas tener como pupila a mujer tan moderna y avanzada. Para su tiempo y
para cualquier tiempo, incluido el actual.
Estudió Derecho en
España siendo muy joven, y cursó parte de Filología Hispánica en los Estados
Unidos. Tradujo al español varias obras extranjeras y alguna llegó a escribir.
Fue empresaria teatral y asesora de algunos montajes. Presentó un programa de
entrevistas en televisión. Colaboró en la gran revista de humor “La codorniz”
con el “Damero maldito”, tenido por el pasatiempo más difícil de resolver que
se haya conocido. Cualquier círculo socio-cultural de la época, en donde quiera
que fuese, contó con su presencia y conoció su brillantez.
Y fue una
magnífica actriz sobre el escenario y ante la cámara de cine. Su cara, sus
modales desenvueltos, su figura, ya llevaban el reloj adelantado. Y su misma
vida, pues a los veinticinco años se unió hasta la muerte a aquel genio
gordísimo, casado, con residencia en las cercanías de San Pedro de Alcántara,
que se llamó Edgar Neville. No los unió más contrato que su amor y admiración
mutuos. Fue protagonista ella de las mejores comedias y películas de él, lo fue
con su personalísima prosodia y la mueca burlona que le caracterizaba.
Ahora todo es más
fácil. Entonces necesitó de gran valor y mucha valía para derribar tantas
barreras sin apenas ruido. Así era Conchita Montes.
Juan Macías Troyano
Beethoven
Juan Macías Troyano
Es maravilloso!!! Me encanta papá!
ResponderEliminarY también mencionar el texto del Dr. Macías, muchas gracias a los dos por este proyecto tan interesante.
ResponderEliminarMe encanta este proyecto,aquí estaremos atentos e impacientes por leer todas tus publicaciones con esas ilustraciones inmejorables.Besos
ResponderEliminarJuan no sabía de este rinconcito pero ya he dado con el,así que a leer.
ResponderEliminarCon Él se fue unos de los más grandes directores cinematográficos 🎩
ResponderEliminarMaruja fue mucha “Marujita” y Don Miguel mucho Miguel hasta que cuando se moría, se convirtió en “San Miguelillo”.
ResponderEliminarFenomenal artículo y Dibujos 👌👍👏👏
Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este Gobierno: no tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor"
ResponderEliminarPerfecto Juan Macias Troyano 👏👏👏👍✌️✌️
....y lo de Dios te ha dado la gracia del cielo Maria Dolores.....? En la voz y en el lucir, totalmente de acuerdo, en la tez y figura...? 🤔🤔🤐
ResponderEliminarExplendido como siempre tu loar a un famoso personaje. 👌👍✌️👏👏👏
... y ya que tú escribes sobre Kafka y el absurdo, que hubiese sido de mi juventud si no me la hubiese “Kafkiano” tanto.
ResponderEliminarPerdonad por mi ironía, pero entre tantas cosas absurdas que nos invaden hoy en día, no he podido evitar este comentario, para mí, tan Kafkiano.🙏👍
...Mito, Icono,....!!!, pero para mí un sueño inalcanzable...!! ,sólo a la Altura de Los Elegidos ..,pero aún sueño con esa bocacha de metro, esa falda al viento... y esos LABIOS 👄 !! Quien fuese “bocacha de ventilación” ..., quien fuese Presidente solo por un día..,una noche.., un momento..,sólo así me sentiría Un aquel.. que vió, gozó y soñó con Un Monumental Cuerpo sin “sesos” 👌👍👋👋
ResponderEliminar...y a mí, un simple lector de historitas.., me entran las dudas..de quien lo mató... y como se llamaron ?
ResponderEliminar....un poco “putilla” ella...🤦🏻♂️😜
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